Por eso
cada mañana salgo con mi bote. Y remo. Paso el día entero allá, cerca de la
orilla, pescando. Pescando y pensando en ella. Anhelando el momento en el que
pueda volver a contemplarla en toda su hermosura.
Por eso
cada noche salgo con mi bote. Y remo. Remo hasta el fin del mundo. Y allí,
cuando estoy exhausto, cuando siento que mis músculos se van a desgarrar por el
esfuerzo, me dejo caer sobre la dura madera de mi bote y ella me mece en su
espejo, suavemente, con mucho cariño. Y me deja admirarla, lejana y muy bella.
Aun
sabiendo que jamás podre alcanzarla, cada noche me tumbo en mi bote y miro la
Luna, porque ella ilumina mis noches, y ella es la razón de que siga aquí.
*Este microrrelato no es original mío, pertenece a Germán Matilla que de ahora en adelante de vez en cuando participará en este blog con este tipo de cosillas. Esperamos que os haya gustado*
No hay comentarios:
Publicar un comentario